jueves, 14 de mayo de 2009

Un compañero de fierro

Un compañero de fierro

"Una libertad se acerca"

Tal vez sea uno de los momentos más tiernos o bien el más lindo, donde la dimensión humana adquiere su verdadera presencia, los sentimientos juegan con lo sensible del alma durante todo este día, preparándome contra toda la adversidad que me toca vivir. Una jornada donde el sentir está a flor de piel, frágil para que se descuelgue en lágrima.

Esto hoy es un símbolo en las cárceles argentinas, porque a pesar de los años, la ignorancia, el dolor y la rutina cotidiana, seguimos y brindando por lo mucho o poco que cada uno aún tiene.

Desde los afectos más fuertes hasta una amistad naciente en estas celdas, pero por sobre todas las cosas, a veces, en forma casi imperceptible, sin nombrarla, festejamos el hecho de estar con vida y la alegría de nuestros corazones de que aún podemos salir.

Las cárceles fueron cambiando según pasan los años. En épocas duras sentimos cada vez más el sistema carcelario aceitado con el esmero que ponen las mentes cargadas de odio.

El año pasado me subieron a un camión junto a otros como yo, esposados y amontonados como basura y nos trasladaron desde Bahía, allá en el sur, hasta esta cárcel, mientras nuestros familiares recorrían cientos de kilómetros para visitarnos y se encontraban sin saber nada de nosotros, sin que nadie les diera información sobre nuestro destino.

Así cuidadosamente, hasta el mínimo detalle está estudiado: el escarmiento, la condena de haber sido fiel a mis sueños pesa.

Hoy poco a poco se vive algo distinto. En el aire se respira algo más de libertad. Ya son muchos los meses y los años en que miro este pedazo de cielo detrás de los barrotes que cubren la ventana de mi celda. Aquí dentro, sobre la mesada de material, en uno de los extremos está el jarro de aluminio, solitario, compartiendo estos largos días con la resignación de los perdedores.

El jarro está allí, esperando su oportunidad como todos los años, para presentarse en escena sin anunciarse. El ritual es a la noche; lo espero como quien espera el momento sublime de los que pueden rezar y creen en el rezo.

Las horas previas son un recuento del pasado, buscando en el archivo de mi memoria los momentos felices, los infantiles con juegos, como las escondidas, los adolescentes con novias compartidas, los últimos, en la soledad de una prisión.

Todo es una catarata de años anteriores que acuden para hacerme compañía.

El pasado llega con sus recuerdos, el futuro con sus esperanzas. Pero... ¡Qué soledad la del ser humano, cuando está solo con su presencia! ¿Qué espejo nos devolverá la verdadera imagen de los que somos? La pregunta queda sin respuesta, mientras por mi mejilla comienza a correr una lágrima, sinónimo de vida.

Mientras tanto la medianoche se dibuja con pasos lentos pero constantes.

Alguien ha empezado a escuchar una canción conocida, quizás pensando en sus hijos; otros presos de ventanas vecinas "cajetean" con sus familias.

Cada uno en su celda, en estos pocos metros, sentimos a nuestra manera que llegamos a este instante solos, pero acompañados.

Una vez más nos encontramos mirando los barrotes, otros yacen dormidos y yo aquí, esperando junto a miles de presos la libertad soñada.

El jarro está allí, abollado y algo sucio, mirándome y mirando este ritual que él ya conoce. ¡Cuántos hombres, cuántos presos anteriores han acariciado su cuerpo con sus manos! Allí está, esperando que lo agarre entre mis dedos con un poco de agua, un poco, no demasiada.

¡Libertad! - grita una voz cercana, y cientos de jarros, entre ellos el mío, comienzan a ser golpeados contra oscuros barrotes de antaño.

En este instante estamos todos juntos a través del sonido de los jarros.

Como un xilofón gigante, grotesco y humano, mientras los gritos de esperanzas rompen el cielo, como intentando llegar a las estrellas que titilan a lo lejos.

Los sentimientos golpean mis venas y fluyen a borbotones como las olas de un mar inquieto. Intento dormirme sabiendo que mañana continuará la rutina de este encierro. Amanece, hoy la calma de esta mañana invita al silencio, hoy un amigo de aquellos que sintetizan los momentos atrapando el instante mágico con palabras, me regaló esta frase en un pequeño papel arrugado: "He prometido estar con mi familia, aunque ya lo haya dicho antes. Cuando lo pienso un grito sale de mí y mi presencia está en esta vida. Tengo hermanos pero mi consejero es la vida y con ello vivo y muero, me hundo y resucito a cada instante."

Anoche me acordé de todos y de mí, me dije: "El jarro de aluminio envidiará mi ausencia". Dejé el papel escrito, miré el cielo que cada vez está más claro, tomé mi jarro, lo observé con cierto dolor por su destino de encierro y le dije: "- Tú también envidiarás mi ausencia".
Ref. institucional: Escuela de Educación Media N° 8 "Padre Carlos Mugica"
Autor: Emilio Oscar Carinci
02/02/09